Newsletter

Consentimiento de privacidad *
For privacy reasons X needs your permission to be loaded. For more details, please see our Política de Privacidad.

Sobre el autor

Chema es licenciado en Biología, especialidad ambiental, por la Universidad Complutense de Madrid y tiene un MSc en Ciencia y Tecnología Ambiental por la Universidad Rey Juan Carlos. Durante los últimos años ha trabajado como consultor de innovación, especializándose en la escritura de propuestas y adquiriendo amplia experiencia en proyectos europeos. Antes, trabajó como investigador en el CIEMAT (Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas-ES) y el New Zealand Forest Research Institute (Scion - NZ), en el área de la utilización de biomasa para energía y materiales.

Durante el último siglo, los fertilizantes sintéticos han permitido duplicar la producción agrícola mundial. Sin embargo, a pesar de su importancia crítica para nuestros sistemas alimentarios, su uso generalizado genera múltiples impactos ambientales (p.ej., emisiones de gases de efecto invernadero, degradación del suelo, eutrofización) y pone en peligro la salud humana. Además, se obtienen a partir de fuentes no renovables (p. ej., minerales de fosfato y potasio) y dependen de procesos altamente demandantes de energía para su fabricación (p. ej., la producción de amoníaco a través del proceso Haber-Bosch contribuye a aproximadamente el 2% de las emisiones globales de carbono).

Es necesario reducir el uso y los impactos de los fertilizantes sintéticos para poder garantizar la sostenibilidad de nuestros sistemas alimentarios y apoyar la salud humana. En línea con estas preocupaciones, la UE ha establecido el objetivo de reducir las pérdidas de nutrientes en un 50 % para 2030 como parte de la estrategia «De la granja a la mesa», dentro del Pacto Verde Europeo. Un área de actuación clave es el mantenimiento de la salud del suelo a la vez que se abordan los impactos ambientales de las prácticas agrícolas convencionales.

Los fertilizantes de base biológica y las enmiendas del suelo están emergiendo como herramientas esenciales en el desarrollo de una agricultura más sostenible y resiliente, ofreciendo alternativas a los fertilizantes sintéticos que son respetuosas con el medio ambiente y mejoran la salud del suelo.

Fertilizantes de base biológica y enmiendas del suelo: tradición e innovación

Los fertilizantes de base biológica y las enmiendas del suelo se utilizan a menudo como conceptos intercambiables, principalmente porque los fertilizantes de base biológica se extraen de organismos vivos o de sus residuos, lo que también es cierto para muchas enmiendas del suelo. Sin embargo, tienen algunas diferencias clave: los fertilizantes de base biológica proporcionan nutrientes al suelo, al tiempo que promueven su fertilidad natural. Las enmiendas del suelo, por otro lado, también pueden proporcionar nutrientes, pero sus efectos se centran en mantener o mejorar las propiedades físicas, químicas y/o biológicas del suelo. En comparación con los fertilizantes sintéticos, tanto los fertilizantes de base biológica como las enmiendas del suelo ofrecen un enfoque más holístico de la agricultura, que apoya la biodiversidad, mejora la estructura del suelo y reduce el daño ambiental.

A continuación, enumeramos los fertilizantes y enmiendas del suelo de base biológica más relevantes:

  • Estiércol: el estiércol es uno de los fertilizantes de base biológica más antiguos y utilizados. Proporciona nutrientes, como nitrógeno, fósforo y potasio. Cuando se composta adecuadamente, el estiércol es una excelente adición al suelo, enriqueciéndolo con materia orgánica y microorganismos beneficiosos. Sin embargo, es importante manejar la aplicación de estiércol con cuidado para evitar la contaminación por nutrientes y la propagación de patógenos.
  • Compost: a veces considerado un fertilizante de base biológica, el compost también funciona como enmienda del suelo. Se produce a través de la descomposición de los materiales vegetales y animales, lo que da como resultado un material rico en materia orgánica y nutrientes que se agrega al suelo. El compost proporciona nutrientes esenciales como nitrógeno, fósforo y potasio, pero también mejora la estructura del suelo y aumenta la retención de agua. También estimula la actividad de la flora microbiana, que desempeña un papel vital en el mantenimiento de la salud del suelo.
  • Fertilizantes de origen vegetal: los fertilizantes de origen vegetal, como los elaborados a partir de algas, o el abono verde (un cultivo que se incorpora al suelo cuando aún está verde) pueden ser ricos en micronutrientes y minerales, que a menudo no están presentes en los fertilizantes sintéticos.

  • Fertilizantes de origen animal: además del estiércol, se pueden utilizar diferentes productos de origen animal como fertilizantes de base biológica o enmiendas del suelo. Los más relevantes son la harina de huesos, la harina de sangre y la emulsión de pescado. Estos productos son ricos en nutrientes y también pueden contribuir a mejorar la estructura del suelo, la diversidad microbiana y otras propiedades (p. ej., el pH).
  • Fertilizantes a base de microorganismos: la introducción de microorganismos beneficiosos (p. ej., hongos formadores de micorrizas, bacterias fijadoras de nitrógeno) en el suelo puede ayudar a mejorar su estructura, impulsar el ciclo de nutrientes, y promover la salud de las plantas.
  • Biochar: el biochar, una enmienda del suelo, es una forma de carbón vegetal que se produce calentando materiales orgánicos (como madera o residuos agrícolas) en un entorno con poco oxígeno. Es una forma altamente estable de carbono que se puede agregar al suelo para mejorar su estructura, aumentar la capacidad de retención de agua y reducir la lixiviación de nutrientes. El biochar también tiene la capacidad de secuestrar carbono en el suelo, contribuyendo a mitigar el cambio climático.